Leonardo
Ruiz Pineda
Nace
en Rubio, Estado Táchira, 28 de septiembre de 1916 –
y muere en Caracas, 21 de octubre de 1952, fue un abogado y político
venezolano, uno de los fundadores del partido Acción Democrática
(AD), su Secretario General y máximo dirigente de la resistencia
clandestina socialdemócrata entre 1949 y 1952, contra la dictadura
militar de Marcos Pérez Jiménez. Sus seudónimos eran «Alfredo
Crespo», «Haro» y «Alfonso».
Ruiz Pineda
estuvo vinculado desde muy joven al quehacer político en su región
natal y en la ciudad de Caracas. La tribuna que escogió en su
momento para iniciar su participación en la vida pública fue el
periodismo: en 1937, en el seno de la Universidad Central de
Venezuela en la que cursaba estudios de Derecho, dirige La Voz del
Estudiante, periódico en el que se plasmaban inquietudes e
informaciones de la época y que sería clausurado por el gobierno de
Eleazar López Contreras. Su inquietud por el momento político que
vivía Venezuela en ese momento lo impulsó a participar, ya no como
espectador sino como protagonista, en actividades partidistas. Es así
como, siendo aún estudiante universitario, milita en el Partido
Democrático Nacional, formando parte del grupo que Rómulo
Betancourt llamaría «La Generación Tanque» conjunto de jóvenes
dispuestos permanentemente a participar en acciones directas, actos
de calle y movilizaciones propagandistas partidistas. En 1940, ya
graduado, se desplaza a su estado natal, donde funda el diario
Fronteras, dedicándose así a lo que sería, a lo largo del
resto de su vida, uno de sus oficios y a la vez, forma y medio de
divulgación de su pensamiento y acción política: el periodismo.
Es
imposible separar la historia de Ruiz Pineda de la historia de Acción
Democrática, no sólo por ser él uno de sus fundadores, sino porque
su muerte se vincula directamente con su militancia, activismo y
dirigencia en este partido.
En el año
1941 participa en la fundación de la agrupación de esta
organización socialdemócrata a nivel nacional y, de especial
manera, se dedica a la organización partidista en su estado natal,
donde se encarga de la dirección regional, de la captación de
militantes y de la difusión de las ideas y postulados de la
agrupación. Su trabajo sería reconocido a nivel nacional, y lo
llevaría a ocupar importantes labores de gobierno, luego del golpe
de Estado que dirigieron oficiales del Ejército y dirigentes de AD y
que derrocó al gobierno de Isaías Medina Angarita el 18 de octubre
de 1945. Ese año es nombrado Secretario General de la Junta de
Gobierno que presidía el líder de AD, Rómulo Betancourt.
Posteriormente, entre 1945 y 1948, ocuparía el cargo de Presidente
del Estado Táchira y Ministro de Comunicaciones.
Por el
hecho de ser un alto dirigente partidista y gubernamental en ese
momento, al materializarse el derrocamiento de Rómulo Gallegos, el
24 de noviembre de 1948, es hecho preso por un período cercano a los
6 meses. Compartió cárcel con muchos dirigentes de su partido y
dirigentes comunistas, teniendo que mantenerse al margen de toda
actividad política durante ese período. Al ser excarcelado, se
reincorpora a las actividades políticas en un panorama completamente
distinto: la represión y el castigo a la disidencia eran ahora la
norma, AD se encontraba ilegalizado y sus principales dirigentes se
encontraban en la cárcel o en el exilio. En ese marco, al ser
capturado por el gobierno militar el Dr. Luis Augusto Dubuc,
Secretario General del partido, es elegido por los dirigentes para
sucederlo y encargarse de la organización de la resistencia y de las
labores clandestinas. En ese escenario se caracterizó por ser un
defensor de las labores conspirativas, entrando en contacto con
elementos dentro de las Fuerzas Armadas que estuviesen dispuestos a
actuar en contra del gobierno militar que se mantenía en el poder.
Además, se inclinó a la denuncia del régimen a través de la
investigación y la denuncia de violaciones a los derechos humanos y
de la corrupción administrativa del régimen. Esta labor se vio
coronada con la publicación del Libro Negro de la Dictadura, de cuya
edición y confección se encargó personalmente.
En el año
1952 se endurecen las condiciones para el ejercicio de labores
políticas clandestinas, aumenta la represión y aumenta el número
de presos políticos. Luego del asesinato del Coronel Carlos Delgado
Chalbaud, presidente de la Junta Militar, el nuevo Presidente Coronel
Marcos Pérez Jiménez se dispuso a legitimarse por medio de una
Asamblea Constituyente, para cuyos comicios se organizaron elecciones
pautadas para el 30 de noviembre de 1952. Acción Democrática llamó
a la abstención y promovía actividades conspirativas y de calle
para evitar la asistencia y la consumación del evento electoral.
En esa
labor sería sorprendido Ruiz Pineda el 21 de octubre de 1952: al
dirigirse a una reunión con otros dirigentes, es interceptado por
miembros de la Dirección de Seguridad Nacional, policía del
régimen, produciéndose un confuso incidente en el que resulta
muerto producto (se presume) del fuego cruzado originado en la
balacera entre sus acompañantes y los policías.
Otra
versión de su muerte es que según algunos relatos (entre ellos la
entrevista realizada a Pedro Estrada por Agustín Blanco Muñoz) la
reunión era entre Ruiz Pineda y la Seguridad Nacional para
informarle que su propio partido lo quería muerto debido a la
popularidad que había alcanzado en la clandestinidad. Esta
popularidad provocaba recelo entre miembros de Acción Democrática
que se encontraban en el exterior entre ellos Rómulo Betancourt.
Durante el encuentro se provoca un enfrentamiento armado (debido a
que ambos bandos estaban fuertemente armados) en el cual Leonardo
Ruiz Pineda resulta muerto.
Su muerte y
las condiciones de la misma han sido motivo de discusión por muchos
años, por estar relacionada a delaciones, espionaje y presuntas
traiciones. De hecho, algunos han llegado a asegurar que su muerte se
produjo por disparos provenientes de sus compañeros, sin que esta
versión (difundida por el propio gobierno de Pérez Jiménez) haya
podido comprobarse nunca. Lo que sí es cierto, es que después de su
muerte nada sería igual para su partido, este perdió a uno de sus
líderes más comprometidos para el momento. Su asesinato levantó
protestas de presos políticos y dirigentes de todas las tendencias
opuestas al régimen, y fue motivo de desaliento en las filas de AD,
que pasaría a ser dirigida desde la Secretaría General, por Alberto
Carnevalli.
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